jueves, 3 de enero de 2013

ELLOS NO NACEN, ELLOS SE HACEN


Mis abuelos nos querían, eso decían, me castigaban porque me querían, me pegaban porque me querían, me dejaban sin comer todo un día porque me querían.  Por su lado estaba mi hermanito, siempre estaba enfermo, siempre necesitaba la atención y el cuidado de mis abuelos.  A mi hermanito no lo castigaban, su compasión por él era tan grande, que no lo castigaban.

Mi hermanito tenía tan sólo tres años cuando murió, el sufría de bronquiolitis, una enfermedad que afecta los bronquiolos que llevan aire a los pulmones. Él  llevaba días enfermo, mi abuela había salido a hacer la compra y mi abuelo había salido a hacer sus caminatas matutinas. Al llegar mi abuela encontró  a mi hermanito tosiendo tanto que daba pena verlo. Al llegar al hospital, los médicos de turno, dijeron que sus pulmones se habían llenado de moco.

Mis abuelos, ya les había tocado manejar la muerte de mis padres, la de mi hermanito sería la gota que rebasó el vaso. Para ellos todo estaba mal, el mundo estaba mal. Ellos creían que el mundo se iba a salvar a mano de una biblia.  Ellos querían que yo fuera fuerte, por eso la mejor manera de demostrarme su cariño, era brindándome educación. Mis abuelos les encantaban regalarme animales, lástima que no me duraban mucho. Mi última mascota fue un perro, su nombre era Manson. Fue mi último amigo.

En el colegio, las personas trataban de acercarse a mí, como si a mí me importara sus problemas. Pero al parecer entre menos me interesaran lo que pasaba con sus vidas, más interesantes les parecía. Época en las que mis abuelos cada vez menos me soportaban, pero mientras yo les llevara buenas notas, las cosas andaban bien. Pues con ello, lograría obtener una beca en la universidad.

Con las notas y mi reputación lograría obtener una beca.  Reputación que en el sistema escolar no era difícil de mantener. Pero como ya estaba en el último periodo,  una labor extra no estaba de más.  Mi tutor, llevaba poco tiempo en las instalaciones del colegio. Su imagen hasta el momento, siempre había sido de una persona correcta. Estaba felizmente casado, eso decían, en la realidad solemos decir muchas cosas. También decían que él sería el encargado de otorgar la beca. Y a mi perspectiva todos tenemos un precio. Así que le di el suyo.

Dentro de tres semanas darían a conocer los resultados, no me molesté en llegar temprano, pues ya sabía el veredicto final. Bueno al menos eso creí, todos estaban amontonados. Poco a poco fueron abriendo espacio. Cuando vi una carita demasiado feliz y no era la mía sino la de Patricia Mendez, estaba demasiado feliz para mi gusto, la empuje y  me acerqué a la cartelera. Mi nombre no estaba, sorprendemente no estaba en la lista. Lo único que tenía que hacer en el momento, era guardar compostura. Así que me retiré. Lo había arruinado una vez, no podía arruinarlo dos veces.

Mi tutor siempre era el último en irse, como les dije era tan correcto que siempre se quedaba. Al llegar a su oficina, se sorprendió al verme, pero creo que le sorprendió más el hecho de haberme visto  antes. Me dijo que lo entendiera, que él sabía de mi capacidad, que esa beca era poco para mí. Su nerviosismo me excitaba, se veía tan tierno. Daba ganas de comerlo a besos. Siempre me encantaron sus labios. Lástima que no haya tomado la decisión correcta. Su tensión era notoria, pero su excitación aún más, lo sabía por su forma de verme, después de todo no era tan felizmente casado como decían. Me acerqué sigilosamente a sus labios, luego todo ocurrió tan rápido. Menos mal, pensé que el filo del cuchillo, no podría con su garganta.









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