Mis abuelos nos querían, eso
decían, me castigaban porque me querían, me pegaban porque me querían, me
dejaban sin comer todo un día porque me querían. Por su lado estaba mi hermanito, siempre
estaba enfermo, siempre necesitaba la atención y el cuidado de mis
abuelos. A mi hermanito no lo
castigaban, su compasión por él era tan grande, que no lo castigaban.
Mi hermanito tenía tan sólo tres
años cuando murió, el sufría de bronquiolitis, una enfermedad que afecta los
bronquiolos que llevan aire a los pulmones. Él llevaba días enfermo, mi abuela había salido a
hacer la compra y mi abuelo había salido a hacer sus caminatas matutinas. Al
llegar mi abuela encontró a mi hermanito
tosiendo tanto que daba pena verlo. Al llegar al hospital, los médicos de
turno, dijeron que sus pulmones se habían llenado de moco.
Mis abuelos, ya les había tocado
manejar la muerte de mis padres, la de mi hermanito sería la gota que rebasó el
vaso. Para ellos todo estaba mal, el mundo estaba mal. Ellos creían que el
mundo se iba a salvar a mano de una biblia.
Ellos querían que yo fuera fuerte, por eso la mejor manera de demostrarme
su cariño, era brindándome educación. Mis abuelos les encantaban regalarme
animales, lástima que no me duraban mucho. Mi última mascota fue un perro, su
nombre era Manson. Fue mi último amigo.
En el colegio, las personas trataban
de acercarse a mí, como si a mí me importara sus problemas. Pero al parecer
entre menos me interesaran lo que pasaba con sus vidas, más interesantes les
parecía. Época en las que mis abuelos cada vez menos me soportaban, pero
mientras yo les llevara buenas notas, las cosas andaban bien. Pues con ello,
lograría obtener una beca en la universidad.
Con las notas y mi reputación lograría
obtener una beca. Reputación que en el
sistema escolar no era difícil de mantener. Pero como ya estaba en el último
periodo, una labor extra no estaba de
más. Mi tutor, llevaba poco tiempo en
las instalaciones del colegio. Su imagen hasta el momento, siempre había sido
de una persona correcta. Estaba felizmente casado, eso decían, en la realidad
solemos decir muchas cosas. También decían que él sería el encargado de otorgar
la beca. Y a mi perspectiva todos tenemos un precio. Así que le di el suyo.
Dentro de tres semanas darían a
conocer los resultados, no me molesté en llegar temprano, pues ya sabía el
veredicto final. Bueno al menos eso creí, todos estaban amontonados. Poco a
poco fueron abriendo espacio. Cuando vi una carita demasiado feliz y no era la
mía sino la de Patricia Mendez, estaba demasiado feliz para mi gusto, la empuje
y me acerqué a la cartelera. Mi nombre
no estaba, sorprendemente no estaba en la lista. Lo único que tenía que hacer
en el momento, era guardar compostura. Así que me retiré. Lo había arruinado
una vez, no podía arruinarlo dos veces.
Mi tutor siempre era el último en
irse, como les dije era tan correcto que siempre se quedaba. Al llegar a su
oficina, se sorprendió al verme, pero creo que le sorprendió más el hecho de haberme
visto antes. Me dijo que lo entendiera,
que él sabía de mi capacidad, que esa beca era poco para mí. Su nerviosismo me
excitaba, se veía tan tierno. Daba ganas de comerlo a besos. Siempre me
encantaron sus labios. Lástima que no haya tomado la decisión correcta. Su
tensión era notoria, pero su excitación aún más, lo sabía por su forma de
verme, después de todo no era tan felizmente casado como decían. Me acerqué
sigilosamente a sus labios, luego todo ocurrió tan rápido. Menos mal, pensé que
el filo del cuchillo, no podría con su garganta.
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