Que perfecto eres, logré lo
que siempre quise, tenerte solo para mí. Después de la taxidermia y la
taxonomía tú eres mi amor. La gente me cataloga de rara, siempre lo hace, desde
que tenía 8 años las madres de mis vecinas, les prohibían jugar conmigo. Las
amigas de mis vecinas me veían raro. Cuando tenía 10 años, mi profesora le dijo
a mi madre que me llevara a donde un psicólogo, sólo porque llevé una rata
muerta.
Mi madre con lágrima en sus
ojos, me dijo que parara, yo la amaba, así que boté la rata. Desde ese entonces
mi madre y yo nos volvimos inseparables, éramos mi madre y yo, en contra de
todos. Mi relación con ella, me recordaba mucho
a la de Carrie White, la diferencia era que mi madre no creía en Dios.
Quizás por eso Dios la castigo, al menos eso me dijo el padre el día del
entierro de mi madre, ella había muerto de cáncer.
De mi padre no sabía nada,
de mi familia mucho menos. Mi madre me tuvo lejos de su hogar, aunque el
trabajador social había encontrado a mi abuela paterna, que por cierto vivía
cerca de mi. Mi nuevo hogar, en los años venideros sería el de mi abuela
paterna, supuse que no le caería bien y vaya que no me equivoqué.
A los 15 te conocí, te confieso
que me gustaste mucho, pero no me atrevía acércame. Yo creo que también te
guste, pero las amigas de mis vecinas te pusieron en mi contra. Cosa que no me
hizo gracia, pero darme por vencida no era mi lema.
Sabía lo que te gustaba, sabía
lo que a los hombres les gustaba. No era tan difícil, sólo tenía que seguir los
parámetros de las mujeres. Desde ese momento nuestra historia de amor
empezaría, pero como en todo cuento de hadas, siempre hay una bruja, y para que
haya final feliz la bruja tiene que desparecer, sin rastro alguno o ¿Por qué crees
que la abuelita de la Caperucita Roja se la comió el lobo?
Cristóbal era mi gran amigo,
él decía que yo era a niña de sus ojos, la familia de Cristóbal viajaba mucho. Su
próximo viaje sería a EE.UU, donde se encontraba la famosa atropa belladonna. Cristóbal,
de cada viaje me traía un obsequio, por el cual esta vez le pedí que me trajera
la atropa belladonna (Cristóbal estudiaba microbiología). Más aún porque el
sabía lo mucho que me gustaba la taxonomía.
Esperaba con ansias la
llegada de Cristóbal. Fue una semana eterna, pero que finalmente daría sus
frutos, Cristóbal llegó a mi casa, lo
recibí y lo despedí con un beso en la frente, pues no podía perder tiempo, la
bruja se encontraba durmiendo y tenía
que aprovechar. La bruja tenía que desaparecer sino nuestro cuento de hadas no
se haría realidad.
Subí a su recamara, delicadamente
pase la rama de atropa en su cuerpo. El efecto fue instantáneo, empezó a sudar,
sus pupilas se dilataron, intentó agarrarme pero yo solo era la espectadora en
mi obra maestra, mientras la observaba disfrutaba de la ilusión de que pronto
estaría contigo. El efecto no duró más de 10 minutos.
A la mañana siguiente, llamé
a la policía, mi abuela paterna había fallecido. Por su edad, los paramédicos, dedujeron
que la causa de muerte había sido natural. Todos en el barrio estaban
anonadados. –Viste amor, soy capaz de eso y mucho más por ti-.
Todos estaban anonadados, en
especial tú, -¿Recuerdas que te dije que me sacaras de ahí? Los medios me
volvían loca. Me llevaste a la cabaña de tus padres, verte preocupado por mi,
era tan lindo.
-Recuerdas también, que
mientras no parabas de hablar, te dije que no te preocuparas, te dije que yo
había hecho desaparecer a la bruja que nos impedía estar juntos. A sorpresa
mía, tu respuesta fue indiferente, me soltaste, me miraste y tu silencio lo
dijo todo. Inmediatamente te pusiste de pies, tomaste el teléfono, pero no
podía permitir que eso pasara, intenté calmarte, pero tú sólo me cacheteaste,
me fui pero volví, no podía permitir que tú fueras él que dañara nuestro cuento
de hadas. Así que con cuchillo en mano intenté calmarte, de nada sirvió, no me
dejaste de otra.
Por eso amor mío, no me
dejaste de otra. Ahora tengo que apresurarme a conseguir un cuchillo, sal y
cloroformo. Cristóbal es inteligente, sé que entenderá todo, pero cuando lo
haga tú y yo ya no estaremos aquí.
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